Nunca pensé que algún día en mi vida me convertiría técnicamente en una nómada digital. Siempre me pareció un término súper interesante, moderno y para pocos. Recuerdo haber visto programas de televisión cuando era más joven que hablaban de personas que vivían en cualquier parte del mundo, con un ordenador, una conexión a internet y que hacían sus propios horarios de trabajo. Incluso puedo visualizar esa clásica llamada del Globo Repórter: “Nómadas digitales. ¿Quiénes son? ¿Dónde viven? ¿De qué se alimentan? ¿Cómo sobreviven?”
*”Globo Repórter” es un programa de reportajes en Brasil, similar a “Informe Semanal” en España, que presenta documentales en profundidad sobre salud, cultura y temas globales.
Los reportajes sobre nómadas digitales cuando era más joven siempre mostraban a unos extranjeros modernos, playeros, generalmente australianos que vivían en unas playas increíbles y trabajaban “tranquilamente” desde hoteles o posadas y vivían la vida como gitanos. Siempre extranjeros. Y uno que otro brasileño perdido por este mundo.
Claro, esto era antes de la pandemia. Mucho antes. Creo que los primeros programas que vi acerca de esto eran de la época en que recién comenzaba a trabajar. Y recuerdo haber pensado lo increíble que sería trabajar de esa manera, para luego cambiar de opinión rápidamente: “no podría hacerlo, no sé, es un poco raro”.
Es gracioso que mi primer empleo en Canadá fue 100% remoto y me encontraba con uno u otro compañero en cafeterías o en casa del jefe. Y no quería eso, no me adaptaba. Acababa de mudarme a Canadá y tenía muchas ganas de conocer gente, tener una rutina en Toronto, tomar el metro, coger un café en el Starbucks de camino a la oficina, etc. Soy muy sociable y me encanta conocer a las personas con las que trabajo. No funcionó. Cambié de trabajo a uno presencial, donde tenía toda esa rutina (solo que no había tenido en cuenta que Toronto es frío. Y nieva. Mucho).
Luego llegó la pandemia
La pandemia me atrapó en mi segundo año en Canadá y cambió mucho las reglas del juego. Tal vez porque estaba allí en esa época y muchas empresas adoptaron el teletrabajo de forma definitiva, el trabajo remoto se volvió muy normal para mí, y ya no quería un trabajo que fuera presencial. Me encantaba la productividad que tenía en casa, la nueva rutina que creé y, sobre todo, la cantidad de cosas que podía hacer en el tiempo en que estaría arreglándome e yendo al trabajo.
Como las empresas aún se estaban adaptando, todavía experimenté el modelo híbrido al regresar después de la pandemia, y tuve la oportunidad de conocer a muchos de mis compañeros y equipos en persona. Y sí, hace mucha diferencia conocer los compañeros de trabajo en persona, ya sea en una reunión, en un café o en un happy hour. Y echo de menos a mis amigos, tanto los de Brasil como los de Canadá (especialmente en el happy hour, obviamente).
Por otro lado, tengo amigos (amigos de verdad) que conocí en el trabajo y que NUNCA he conocido en persona. Algunos los conocí justo antes de mudarme de Canadá a España, en esa presión de “no me creo que me voy de Toronto y no te voy a conocer en persona”. Personas con las que tuve y aún tengo mucha conexión, a pesar de haberlas visto solo una vez en mi vida. Y hay gente que realmente nunca he visto en persona, pero con la que hablo y escribo por WhatsApp casi todos los días. Por supuesto, no es común, pero sucede.
Ok, pero ¿y la historia de convertirse en nómada?
Bueno, pasaron muchas cosas; me mudé a España en ese tiempo para hacer mi doctorado, pero todavía necesitaba trabajar. No se puede vivir con un presupuesto de estudiante a los 40 años. Entonces, comencé a buscar un trabajo que encajara en mi rutina de doctorado. Como soy una persona poco ansiosa (sí, esto es una ironía) y no pude encontrar un trabajo que encajara en mi doctorado, decidí encajar el doctorado en el trabajo, lo que no funcionó muy bien, y hablo de eso aquí.
Ya me había organizado en Canadá para irme de allí mientras seguía prestando servicios a la empresa en la que trabajaba antes, solo para finalizar bien las cosas y pasar el testigo de manera más suave a la persona que se quedó en mi lugar. Así que ya vine a España medio nómada, trabajando con los equipos de Toronto y Londres. Y me pareció bastante interesante la experiencia. Entonces, meses después, cuando tuve que adaptarme para trabajar con una empresa en California, no fue tan difícil (lo digo por el trabajo en sí y por la rutina de dividir mi día a la mitad para poder tener parte de superposición con el personal de los EE. UU.). En este caso, todo el equipo era remoto y cada uno estaba en una parte del mundo. Fue cuando realmente me sentí parte de este grupito de nómadas que, para mí, antes era un concepto tan distante.
Una nómada no tan nómada
La gran ventaja del nomadismo en mi caso es poder vivir donde siempre quise. Me mudé a Sevilla, en España, y ahora estoy comenzando a adaptar mi rutina para poder hacer lo que siempre quise: estudiar flamenco y vivir esta arte de tan cerca. Otra gran ventaja es poder visitar a mi familia y amigos, tanto en Brasil como en Canadá, sin necesidad de tomar vacaciones para ello. Simplemente llevo el ordenador, ajusto los horarios y listo.
Desafortunadamente, la rutina que mencioné anteriormente, de encajar el doctorado en el trabajo, no funcionó, y el doctorado terminó siendo sacrificado en este caso (así como mi salud mental). Tuve que dejar el trabajo de California, con mucha pena, y centrarme solo en proyectos que demanden menos horas de mi semana. Siempre centrándome en proyectos que me ofrezcan esta flexibilidad de lugar y horario. En mi opinión, una vez que experimentamos este tipo de libertad, es difícil retroceder.
¿Y las vacaciones?
Este, para mí, es el tema más delicado de todos. Depende mucho de cómo y dónde se trabaje y qué tipo de acuerdo se tenga con el cliente o empleador. Como mencioné antes, puedo viajar, llevar mi ordenador y trabajar desde donde quiera. Sin embargo, las cosas siempre tienen que estar muy bien comunicadas.
Hace poco leí un artículo en Forbes que me pareció bastante injusto. En él, el autor sugería que los nómadas digitales estaban aprovechando este modelo de trabajo para tomar vacaciones clandestinas. Me pareció un verdadero absurdo. Claro, todo depende del carácter de los empleados y colaboradores, pero en mi caso, siempre ha sido lo contrario.
Varias veces estuve en Brasil sin tomar vacaciones, y me fui sin hacer muchas de las cosas que quería o sin ver a una parte importante de mis amigos y mi familia. Y todo esto debido a la pesada demanda de trabajo. Creo que es exactamente lo contrario: cuanto más involucrado estás en el trabajo, más difícil es desconectarse y tomar un descanso.
Recientemente, justo después de dejar mi trabajo con los EE.UU., hice un viaje de desintoxicación. Estuve un 95% desconectada del móvil, de internet y de cualquier asunto serio, y me tomé un descanso por mi salud mental. Los trabajadores remotos o nómadas digitales encuentran muy difícil hacer ese corte. No hablo solo por mi experiencia, sino también por conversar con otras personas (formo parte de algunas comunidades de nómadas) y por leer artículos sobre el tema.
Concluyendo
Soy fan del modelo de trabajo remoto y creo que existen innumerables ventajas por explorar. Por otro lado, es necesario tener una rutina de socialización para que no nos aislemos demasiado de otros seres humanos (esta fue una de las trampas en las que caí y que contaré con más detalle en otra ocasión).
Quien tenga interés en saber cómo fue mi paso a paso más detallado (desde el punto de vista burocrático) y las herramientas que utilizo en el día a día para facilitar mi rutina, solo tiene que ponerse en contacto y estaré encantada de ayudar en esta jornada.
Contrario a lo que pensaba cuando veía o leía sobre esto (en la época del Globo Repórter), los nómadas digitales no son un grupo tan raro, ni tienen dificultad para alimentarse, sobrevivir y vivir. Es una rutina posible para todos; ¡solo hay que buscar en el lugar adecuado! 😉